Jul 03: Hambre de Dios

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Devocional Diario: Biblia para vivir

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Mateo 5:6 (RVR1960)

El hambre es una sensación imposible de ignorar. Cuando tenemos hambre, todo nuestro ser se enfoca en encontrar alimento. Nuestros pensamientos giran en torno a la comida, nuestro estómago nos recuerda constantemente la necesidad, y no descansamos hasta ser saciados.

Jesús habló de otro tipo de hambre: el hambre espiritual. En las bienaventuranzas, Él declara algo sorprendente. La palabra "bienaventurados" significa afortunados, bendecdos, felices y privilegiados. Jesús está diciendo que aquellos que tienen hambre y sed de Dios son afortunados.

¿No te parece extraño? Normalmente pensamos que tener hambre es algo malo, algo que debemos evitar. Pero Jesús dice lo contrario: ¡Qué afortunados son los que tienen hambre de Dios! ¿Por qué? Porque ese hambre nos lleva exactamente donde necesitamos estar: buscarlo a Él.

El hambre de Dios se manifiesta de diferentes maneras en nuestras vidas. A veces es una inquietud inexplicable que nos lleva a buscar más tiempo en oración. Otras veces es una sed profunda por su Palabra, donde las Escrituras cobran vida y hablan directamente a nuestro corazón. También puede ser un anhelo de su presencia que nos hace valorar cada momento de adoración como un tesoro.

Esta hambre espiritual no es señal de debilidad, sino de madurez. Los bebés cristianos a menudo se conforman con pequeñas porciones espirituales, pero aquellos que han probado la bondad del Señor desarrollan un apetito creciente por más de él. Como escribió el salmista: "Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía" (Salmo 42:1).

La promesa de Jesús es clara: los que tienen hambre y sed de justicia "serán saciados". Dios no deja con hambre a quien sinceramente lo busca. Él es el Pan de vida que satisface toda necesidad espiritual.

Bendita hambre espiritual, el detalle es que cada vez que Dios nos alimenta no elimina el hambre que tenemos por él, sino que la transforma. Porque mientras más conocemos a Dios, más deseamos conocerle. Es una paradoja hermosa: él nos sacia completamente, pero también despierta en nosotros un apetito cada vez mayor por su presencia, de su verdad, de su amor.

Hoy, pregúntese: ¿Tengo hambre de Dios? ¿O me ha estado conformado con migajas espirituales? El hambre espiritual es un regalo, porque nos mantiene buscando, creciendo y acercándonos cada vez más al corazón del Padre.

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OremosPadre celestial, reconozco que a veces mi alma se ha conformado con poco, cuando tú ofreces mucho. Despierta en mí un hambre genuina por tu presencia, por tu justicia. No permitas que me sacie con cosas que no alimentan verdaderamente mi espíritu. Así como tú provees el pan para mi cuerpo, sé tú el Pan de vida para mi alma. Que mi hambre por ti crezca cada día, y que en esa búsqueda encuentre la plenitud que solo tú puedes dar. En el nombre de Jesús, amén.
Roger Casco

Pastor evangélico dedicado a plantar iglesias, formar discípulos y compartir el Evangelio con claridad. Autor del libro Su NOMBRE: ¿Jesús o Yeshúa?, considerado una joya de erudición apologética sobre los errores del Movimiento Judaizante. Apasionado por las Escrituras, cuenta con estudios en hebreo y griego bíblicos, teología, religiones y sectas. Su peregrinaje a Israel en 2008 fortaleció su comprensión de las profecías bíblicas. Casado, padre de dos hijos y disfruta jugar ajedrez.emailexternal-link

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