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En las últimas dos décadas, ha surgido una ola de enseñanzas que promueven la idea de que los cristianos deben participar en celebraciones judías como la Pascua, Pentecostés y los Tabernáculos, argumentando que estas festividades son "mandamientos eternos" o que algún día todas las naciones las celebrarán en Jerusalén. El Movimiento Cristiano-Judaizante son los 'Nuevos Gálatas' de nuestros días, y han ganado cierta popularidad al presentar estas prácticas como esenciales para una fe más "profunda" o "auténtica". Sin embargo, estas afirmaciones requieren un análisis cuidadoso a la luz de las Escrituras. ¿Qué enseña realmente la Biblia sobre estas festividades? ¿Están los cristianos obligados a observarlas como lo hacían los judíos? La respuesta es clara: ¡NO! Para entender esto, debemos examinar el propósito original de estas fiestas, su cumplimiento en Cristo y la nueva realidad que se nos presenta como creyentes en el Nuevo Pacto.
1. El Propósito y Cumplimiento de las Fiestas Judías
Las fiestas descritas en Levítico 23 no fueron diseñadas para ser celebraciones universales o eternas para toda la humanidad, sino que eran mandamientos específicos dados al pueblo de Israel dentro del contexto del Antiguo Pacto. Estas fiestas tenían un propósito simbólico y profético, apuntando hacia el Mesías que vendría. Por ejemplo, en cuanto a las tres grandes Santas Convocaciones de perigrinaje:
*La Pascua (Pesaj): Y diréis: Es la víctima de la pascua a Jehová, quien pasó por encima de las casas de los hijos de Israel en Egipto, cuando hirió a los egipcios, y libró nuestras casas. (Éxodo 12:27). La Pascua conmemoraba la liberación de Israel de la esclavitud en Egipto, pero también prefiguraba la obra redentora de Jesucristo, quien sería el Cordero de Dios sacrificado por nuestros pecados (1 Corintios 5:7).
*Pentecostés (Shavuot): Esta fiesta marcaba la entrega de la Ley en el Monte Sinaí, pero también profetizaba la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia, inaugurando la era del Nuevo Pacto (Hechos 2:1-4).
*Los Tabernáculos (Sukot): Habitaréis en tabernáculos siete días; todo natural de Israel habitará en tabernáculos, para que vuestros descendientes sepan que hice habitar a los hijos de Israel en tabernáculos cuando los saqué de la tierra de Egipto. (Levítico 23:42-43) Esta fiesta recordaba cómo Dios protegió a Israel durante su travesía por el desierto, pero también prefiguraba la presencia permanente de Dios entre su pueblo mediante Cristo (Juan 1:14).
Estas celebraciones eran sombras y figuras, no realidades permanentes. Su propósito era apuntar hacia algo mayor: la obra de redención que Cristo cumpliría. Como dice Colosenses 2:16-17:
Por lo cual nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, que son sombra de lo que había de venir; pero el cuerpo es de Cristo.
Jesús cumplió plenamente el significado de cada una de estas fiestas. Él es nuestro Cordero pascual, sacrificado una vez por todas para librar al pueblo de Dios de la esclavitud del pecado (1 Pedro 1:18-19). La venida del Espíritu Santo en Pentecostés marcó el inicio de la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios compuesto tanto de judíos como de gentiles (Hechos 2:1-4). Y Cristo mismo “habita entre nosotros” como la presencia viviente de Dios (Juan 1:14).
Cuando Cristo cumplió estas sombras, las fiestas dejaron de ser necesarias como rituales obligatorios. Como dice Hebreos 10:1:
Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen exacta de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que continuamente se ofrecen año tras año, hacer perfectos a los que se acercan.
2. La Nueva Realidad en Cristo: Ni Judíos ni Gentiles
El Nuevo Testamento establece claramente que en Cristo ya no hay distinción entre judíos y gentiles. Somos una nueva creación bajo un nuevo pacto:
Porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. (Gálatas 3:26-28)
Bajo este nuevo pacto, no estamos sujetos a las leyes ceremoniales ni a las fiestas judías, porque estas han sido abolidas en Cristo:
Aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresada en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz. (Efesios 2:15)
Celebrar las fiestas judías como si fueran obligatorias implicaría retroceder al sistema de sombras del Antiguo Pacto, ignorando la obra completa de Cristo. Pablo advierte contra este error en Gálatas 5:4:
De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.
3. Libertad en Cristo y Advertencia contra el Movimiento Cristiano-Judaizante Contemporáneo
Ningún cristiano debe sentirse excluido del plan de Dios o de las revelaciones del Padre porque no participe de celebraciones judías bíblicas, ayunos obligatorios o rituales como el uso de tzitzit, velas de Shabat o cualquier otra práctica legalista como la circuncisión. Estas sombras han sido cumplidas en Cristo, y nuestra relación con Dios ya no depende de observar días especiales o rituales externos.
El movimiento cristiano-judaizante contemporáneo ha promovido la idea errónea de que los creyentes deben adoptar estas prácticas para tener una fe más "auténtica" o "profunda". Sin embargo, esto contradice directamente lo que Pablo enseñó en Colosenses 2:16-17.
Quienes no participen de estas celebraciones o rituales no tienen nada de qué preocuparse, porque estas prácticas apuntaban hacia Cristo, quien ya cumplió su propósito. Como dice Hebreos 8:13:
Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se hace viejo y envejece, cerca está de desaparecer.
En Cristo, somos libres. No necesitamos añadir prácticas caducas ni rituales externos para ser aceptados por Dios. Nuestra confianza está en Él, no en nuestras obras ni en nuestra observancia de días especiales. ¿Cree que los rabinos de Israel celebrarían las fiestas sabiendo que el Mesías está entre ellos? No, porque ya no tendrían propósito de ser.
Conclusión: La Verdad Que Libera
Como cristianos, no estamos atados a las fiestas judías ni a ninguna otra ley ceremonial. Estas celebraciones cumplieron su propósito al señalar a Cristo, quien es la realidad detrás de las sombras. Ahora, nuestra adoración no depende de rituales externos, sino de una relación personal con Él mediante el Espíritu Santo.
Si miramos hacia atrás en estas festividades, no es para revivirlas como prácticas obligatorias, sino para comprender más profundamente cómo Cristo Jesús cumplió cada una de ellas.
No necesitamos celebrar la Pascua, Pentecostés o los Tabernáculos como lo hacían o lo hacen los judíos, porque Cristo cumplió plenamente su significado. Más bien, nuestra verdadera celebración es vivir cada día en la libertad y la gracia del Nuevo Pacto.