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Devocional Diario – Biblia para vivir
Gálatas 1:15-18 (RVR1960) Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté en seguida con carne y sangre, ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia, y volví de nuevo a Damasco. Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro, y permanecí con él quince días.
Cuando Saulo de Tarso tuvo su encuentro con Jesús en el camino a Damasco, su vida cambió para siempre. De un celoso perseguidor, se convirtió en el mayor predicador de la gracia. Pero su primera reacción tras lo que le ocurrió no fue buscar a los apóstoles. Él no consultó con "carne ni sangre", es decir, no buscó consejo de ninguna persona. En cambio, se apartó en Arabia para procesar la revelación que había recibido directamente de Dios.
Tres años después subió a Jerusalén para ver a los apóstoles, no lo hizo para que ellos validaran su llamado, lo hizo para darles testimonio de lo que Dios estaba haciendo por medio de él. Ellos, por su parte, nada nuevo le aportaron de lo que él ya había recibido. Y esto no fue por orgullo o soberbia, sino porque una visión de Dios es tan personal que a menudo, los demás no la pueden entender. Al ver la obra de Dios en él, los apóstoles simplemente le dieron la bienvenida y lo alentaron a seguir adelante. (Gálatas 2:6-10)
¿A quién le pides consejo cuando tomas una decisión importante? ¿Buscas la dirección de Dios o la aprobación de las personas?
Muchas veces buscamos el consejo de personas no calificadas o, peor aún, que no tienen a Cristo en sus vidas. Un emprendedor pide consejo a alguien que nunca se ha arriesgado a emprender aunque tiene éxito. Un creyente le pregunta sobre su matrimonio a un amigo que vive sin Dios. En lugar de buscar la sabiduría divina, buscamos la opinión de otros, aunque sus vidas no reflejen lo que nosotros deseamos para la nuestra.
La verdad es que la vida de una persona es el reflejo de la clase de consejos que recibe. No se trata de despreciar a nadie, sino de reconocer que la sabiduría de Dios es superior a cualquier otra.
Hoy, antes de tomar una decisión importante, busca primero a Dios. Porque tu futuro depende de la respuesta a esta pregunta: ¿a quién le pides consejo?
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Oremos: Señor, ayúdame a buscar tu voz primero. Perdóname por buscar la aprobación de los hombres en lugar de la tuya. Que mi confianza esté en tu dirección y no en la opinión de los demás. Que mi vida refleje tu sabiduría. En el nombre de Jesús, amén.
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