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Devoción Diario: Biblia para Vivir
El hijo honra al padre, y el siervo a su señor; si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre? _Malaquías 1:6 (RVR1960)
Dios no hace preguntas sin propósito. En este pasaje, su voz resuena con un reclamo ineludible: "Si soy Padre, ¿dónde está mi honra?". Estas palabras no fueron dirigidas a extraños ni a paganos, sino a aquellos que supuestamente le conocían y ministraban en su presencia. Ellos habían convertido la adoración en rutina, el servicio en costumbre y el temor reverente en desdén.
El mensaje de Malaquías nos enfrenta con una realidad incómoda: es posible proclamar a Dios con nuestros labios y negarlo con nuestras vidas. No basta con decir que Dios es nuestro Padre y Señor; debemos demostrarlo con acciones, con entrega genuina, con un corazón que no le ofrezca lo que sobra, sino lo mejor.
Honrar a Dios no es una opción; es una respuesta obligada para quienes le pertenecen. No se trata de rituales vacíos ni de palabras sin peso. Él merece la preeminencia en todo: en nuestras decisiones, en nuestras prioridades, en la manera en que le servimos.
Jesús dijo: "Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí" (Mateo 15:8). Es posible estar cerca de la religión y lejos de Dios. Es posible cantar himnos sin adorar y orar sin conectar con su corazón. Pero cuando comprendemos su grandeza, no podemos hacer otra cosa que rendirnos por completo.
Hoy, Dios sigue preguntando: "¿Dónde está mi honra en tu vida?". No se trata de una simple cuestión retórica; es una llamada de atención. ¿Le estamos dando a Dios un lugar secundario? ¿Le ofrecemos lo mejor o lo que nos queda después de atender todo lo demás?
No podemos engañarlo. La fe verdadera se refleja en la obediencia, en la entrega y en un amor que no se apaga con el tiempo.
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Oremos: Padre, perdónanos por los momentos en que hemos menospreciado tu nombre con nuestra indiferencia. Hoy decidimos honrarte no solo con palabras, sino con todo nuestro ser. Que nuestra vida refleje el respeto y el temor reverente que mereces. En el nombre de Jesús, Amén.
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Devocional