![]() |
| Pixabay |
Devocional Diario: Biblia para Vivir
Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron sus incensarios y, después de poner en ellos brasas e incienso, ofrecieron ante el Señor un fuego no autorizado, que él no les había mandado. Entonces salió fuego de la presencia del Señor y los consumió, y murieron ante el Señor. — Levítico 10:1-2 (NTV)
Hay advertencias en la Biblia que resuenan con una claridad escalofriante. La de Nadab y Abiú es una de ellas. Estaban en la posición más privilegiada: hijos del sumo sacerdote, sirviendo en la misma presencia de Dios. Habían visto su gloria y conocían sus mandatos. Sin embargo, ofrecieron una adoración desagradable.
Su terrible final nos grita una verdad que a menudo preferimos ignorar: el único camino para acercarnos a Dios es el que Él mismo ha trazado. La obediencia no es una opción; es la senda. Dios había sido explícito sobre cómo debía ser adorado. Su santidad exigía un protocolo divino, no uno improvisado por el hombre, por muy bien intencionado que fuera. Su padre, Aarón, era el único autorizado para entrar al Lugar Santísimo, y solo una vez al año bajo condiciones estrictas. Ellos lo sabían.
Ese "fuego extraño" toma formas modernas y sutiles en nuestra propia vida. Lo ofrecemos cuando nuestras buenas intenciones no van acompañadas de una búsqueda sincera de su voluntad en las Escrituras. Lo presentamos cuando le cantamos con emoción el domingo, pero ignoramos su mandato de perdonar el lunes. O cuando escogemos qué partes de su Palabra aceptar y cuáles descartar porque no encajan con nuestro estilo de vida.
Tener buenas intenciones no es suficiente. Dios quiere que hagamos su voluntad, y esa es la única manera de realmente agradarle. Es nuestra misión diaria procurar con todo nuestro ser obedecer a nuestro Creador y Salvador.
¿Qué estás haciendo para obedecer a Dios? ¿Lo estás haciendo a tu manera o como Dios manda?
---
Oremos: Señor, tu santidad es absoluta y tus caminos son perfectos. Te pido perdón por cada vez que mi orgullo o mi ignorancia me han llevado a ofrecerte un servicio a mi modo, y no al tuyo. Doblego mi voluntad a la tuya. Dame un corazón que ame tus mandatos y la sabiduría para caminar en obediencia genuina. Que mi vida sea un aroma agradable delante de ti. En el nombre de Jesús, amén.
Temas:
Devocional
