![]() |
Pixabay |
Devocional Diario: Biblia para vivir
Éxodo 17:7 (NTV) Entonces Moisés llamó a aquel lugar Masá (que significa «prueba») y Meriba (que significa «discusión»), porque el pueblo de Israel discutió con Moisés y puso a prueba al Señor diciendo: «¿Está o no el Señor aquí con nosotros?
El pueblo de Israel tenía todas las pruebas del mundo. La columna de nube y la de fuego, el Mar Rojo partido en dos, el pan cayendo del cielo cada mañana. Tenían a Dios literalmente manifestado delante de ellos, guiándolos por el desierto. Sin embargo, en el momento que la sed se hizo real, su memoria se nubló. De repente, todas esas evidencias se borraron de su mente. “¿Está o no el Señor con nosotros?” preguntaron.
No es una simple pregunta, es una queja disfrazada. Es el grito de un corazón que dice: "Si en verdad estuvieras aquí, nada de esto estaría pasando. Si fueras tan fiel como dices, no estaríamos sufriendo".
¿Te suena familiar? Tendemos a medir la presencia de Dios por la ausencia de problemas. Creemos que la fe es una garantía de una vida sin dificultades. Si estoy sirviendo en la iglesia, si estoy orando, si estoy haciendo lo correcto, entonces mi matrimonio no debería tener crisis, mi negocio no debería ir mal, mis hijos no deberían enfermarse.
Pero el desierto no es un error en el plan de Dios. Él permitió que el pueblo sintiera sed porque la fe se forja en la adversidad, no en la comodidad. El agua estaba en la roca, y no llegó por la queja del pueblo, sino por la obediencia de Moisés.
La verdadera prueba de nuestra fe no es si pasamos por el desierto, sino si creemos que Dios está con nosotros aun en medio de él. Su presencia no elimina la prueba, nos da la fuerza para superarla. No se trata de si Dios va a evitar el problema, sino de si confías en que Él es suficiente para suplir lo que necesitas, justo cuando lo necesitas. La respuesta a la pregunta “¿Está o no el Señor con nosotros?” es un rotundo “Sí”, aunque el camino se sienta seco.
---
Oremos: Señor, confieso que a veces mi fe es tan frágil como la del pueblo de Israel. Me quejo y dudo cuando enfrento el desierto. Ayúdame a recordar que tu presencia no es un seguro contra las pruebas, sino la garantía de que nunca estoy solo. Que en medio de la adversidad, mi primera respuesta sea la confianza y no la queja. En el nombre de Jesús, amén.
Temas:
Devocional