![]() |
| Pixabay |
Devocional Diario: Biblia para vivir
Éxodo 4:13 (NTV) Pero Moisés le suplicó otra vez: —Oh Señor, envía a cualquier otro.
Imagínese la escena: Moisés está frente a una zarza que arde pero no se consume, y Dios mismo le habla. Le acaba de explicar el plan para liberar a Israel de Egipto, y la respuesta de Moisés es básicamente: "Señor, ¿no podrías llamar a otra persona?".
Su "No" es tan humano. Usted y yo también hemos dicho exactamente lo mismo al escuchar su llamado. Dios es tan santo y tan perfecto, y nosotros tan débiles e imperfectos, que nuestra respuesta instantánea es: "No".
Así como Moisés, tenemos razones válidas para justificar ese no. Él cuarenta años antes había tratado de ayudar y todo salió mal. Mató a un egipcio, los propios hebreos lo rechazaron, y tuvo que escapar al desierto para salvar su vida. Ahora era un pastor de ovejas de ochenta años. Sus días de héroe habían quedado atrás.
Cuando Dios lo llamó, Moisés respondió desde esa experiencia del fracaso. No era arrogancia; era miedo genuino.
Sus excusas son las nuestras:
"¿Quién soy yo para hacer esto?"
"¿Qué voy a decirle?"
"No me van a creer"
"No hablo bien"
"Por favor, envía a otro"
¿Le suena conocido? Cada vez que Dios nos susurra algo más grande que nosotros, ahí vienen las excusas. Y no son excusas tontas. Son miedos reales porque sabemos que no estamos preparados.
Dios tampoco nos lo deja fácil. A nuestra manera le hemos dicho que no. Pero el vuelve y responde: "Yo estaré contigo". (Éxodo 3:12)
Dios no acepta la respuesta "envía a otro". Dios lo quería a él. Dios lo quiere a usted. Porque cuando Dios nos hace el santo llamado, no se equivoca.
Tal vez siente ese susurro en el corazón que le dice lo que Dios quiere que haga. Servir en la iglesia, hablar con alguien, tomar esa decisión difícil. Y su primera reacción, como la mía o la de Moisés, es: "Dios, seguro hay alguien mejor para esto".
Su miedo al llamado podría ser exactamente la prueba de que lo entiende.
Los que se autoproclaman líderes no sienten este peso. Creen que pueden solos porque son capaces. Pero, los que Dios realmente llama saben que necesitan su ayuda divina. Nuestro miedo no nos descalifica. Nos invita a depender de Dios.
Moisés finalmente dijo que sí (Éxodo 4:18). No porque dejó de tener miedo, sino porque Dios le prometió su compañía. La misma promesa está para usted: "No te dejaré ni te abandonaré".
El santo de Dios siempre será más grande para nosotros. Y debe ser así para que dependamos de Él, porque sin Él, jamás lo lograríamos.
---
Oremos: Señor, confieso que tu llamado me da miedo porque entiendo que es algo sagrado. Como Moisés, mi primera reacción es decir "envía a otro". Pero si me has llamado, confío en que no te equivocaste. Ayúdame a cambiar mi "no puedo" por "tú puedes a través de mí". Que mi miedo se vuelva dependencia de ti. Dame valor para decir sí, no confiando en mis fuerzas, sino en tu fidelidad. En el nombre de Jesús, amén.
Temas:
Devocional
