Devocional Diario: Biblia para Vivir
No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? — Mateo 6:31 (RVR1960)
"No os afanéis" es "no se preocupen". Debo admitir que este pasaje es una revelación profunda para mí, y una que todavía está en proceso de encarnarse en mi vida.
Aunque sé que Jesús nos dice: "No nos preocupemos por nuestra vida" (Mateo 6:25), confieso que hay momentos en los que la preocupación me gana. ¿Qué comeremos? ¿Qué beberemos? ¿Qué vestiremos? ¿Qué pasará con mi salud? Son preguntas que surgen cuando las circunstancias parecen abrumadoras.
Mateo 6:30 tiene la respuesta dura respuesta de parte de Dios del por qué nos preocupamos por esas cosas: "somos hombres de poca fe". Una y otra vez, he llegado a la presencia de Dios con lágrimas, desesperado y preocupado, y tras leer este versículo, es como que Él me dice: "¿Qué te pasa? ¿Otra vez por eso? ¿No te he dicho que no te preocupes? Yo me ocupo de esas cosas. ¿Acaso no sabes que soy tu Padre y que sé lo que necesitas?".
Jesús no está minimiza nuestras necesidades. Él sabe que el alimento, el vestido y la salud son importantes, pero nos recuerda que hay algo más grande: la fidelidad de Dios. "Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?" (Mateo 6:26). Si Dios cuida de las aves, ¿cómo no cuidará de nosotros, sus hijos?
La preocupación es una lucha humana cotidiana, pero también es una invitación a crecer en nuestra fe. Cada vez que el afán o las preocupaciones llamen a nuestra puerta, podemos recordar las palabras de Jesús: "No te preocupes, yo me encargo de eso". No se trata de ignorar nuestras necesidades, sino de confiar en que Dios, nuestro Padre, ya está obrando en ellas. Él nos llama a vivir en paz, sabiendo que su cuidado es perfecto y su provisión, segura, porque su fidelidad es grande.
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Oremos: Padre celestial, hoy reconozco que soy un hombre de poca fe. Me preocupo por cosas que tú ya has prometido proveer. Perdóname por dudar de tu cuidado y por dejar que la preocupación robe mi paz. Ayúdame a confiar en ti, a recordar que tú sabes lo que necesito y que siempre estás conmigo. Gracias porque eres mi Padre y porque nunca me abandonas. Tu fidelidad es grande. Te lo pedimos en el nombre de Jesús, amén.
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